miércoles, 30 de junio de 2010

Velo islámico


Uno con su propia cultura debe sufrir una especie de síndrome de Estocolmo, que le deja ver el grado en que nos atrapa y condiciona, y en el caso de la cultura occidental-europea se añade el agravante liberal y futurista que la hace imperativa e insoportable con respecto a las demás. He visto estos días a mujeres que se posicionan radicalmente en contra del velo islámico, que nunca se han preguntado por qué llevan agujereadas las orejas.

Un país se debate: velo si, velo no. ¿Pues saben lo qué les digo? Que no tengo ni idea de qué opinar. Que vivo en conflicto conmigo misma desde que en Cataluña prohibieron el uso del velo en los lugares públicos. Que han entrado en conflicto dos de los valores en los que me educaron, que siempre supe asumidos dentro de mí: el respeto a la mujer y el respeto a la diversidad de las culturas.
Yo pienso en mí, y me veo desde 'fuera' con mis problemas occidentales, mis soluciones, mis ventajas o mis inconvenientes y siento que seguramente, llevar un velo en la cabeza y por los motivos por los que los llevan las mujeres en el mundo no es lo más ilusión que me hace, pero desde mi perspectiva no veo toda la realidad de esas jóvenes como desde la suya ellas no pueden ver la mía. ¿Con qué derecho puedo adoctrinarlas?

Para ellas quitarse ese velo es traicionar a Alá o a su familia, los dos factores mas influyentes en la vida de estas chicas. Europa, multirracial y misericordiosa, la que avanza hacia el futuro, ve amenazado su discurso por los símbolos religiosos, (como si la vida no estuviera llena de ellos) y creo que las culturas no son algo que se cambien con leyes, ni tan rápido como nos gustaría y aunque así fuera, no debe partir de occidente el cambio aunque los acontecimientos sucedan en occidente, sino de las propias afectadas si ellas así se sintieran, porque podemos correr el riesgo de capitanear otra ridícula evangelización que genere más conflictos que soluciones. El cambio debe empezar desde el otro lado del velo, mi antorcha no tiene llama suficiente para capitanear la revolución de una chica de cuya vida no entiendo nada. Lo único que me queda para ofrecerle, es mi respeto absoluto y mi aceptación. Otro asunto es el burka, que estos días se está metiendo en el mismo saco que el velo islámico, los crucifijos y los alzacuellos, lo cual me parece una inducción arriesgada propia de sensacionalistas que los hay siempre al pie de la noticia. En mi país ideal, el que quiero para mis hijas, todas las mujeres seremos libres, no llevaremos zarcillos, ni velo, ni símbolos, ni nada que signifique nada. Pero estamos ante una realidad que hay que combatir en un mundo en el que todo, significa algo.